Aquella noche hizo un viento increíble que hacía tambalearse la tienda de campaña; tengo que reconocer que por un momento me arrepentí de no haber escogido un mega hotel donde el viento y la lluvia fueran algo anecdótico.
A la mañana siguiente tal y como habíamos planeado alquilamos unas bicicletas y nos fuimos a recorrer la zona sur de la isla. Como la isla es muy pequeña las distancias son asequibles, incluso para alguien que no este acostumbrado a ir en bici como yo... La carretera que escogimos era tranquila y bordeaba la isla de manera que íbamos viendo el mar todo el tiempo. Poco a poco fuimos recorriendo los distintos yacimientos y cuanto más veíamos más nos conquistaba aquel lugar perdido del mundo en el que el tiempo parecía ir otro ritmo.
Alex, nuestro acompañante, resultó ser un entendido en civilizaciones antiguas lo que fue una suerte porque conocía más que nosotros la historia de la isla y nos fue contando diferentes historias y leyendas que había sobre cada uno de los yacimientos y cuevas que visitamos. Los lugares ya son suficientemente impresionantes en si mismos pero conocer las incógnitas que la cultura Rapa nui hace que cada vez sientas más curiosidad.
Para la hora de la comida yo ya había tenido suficiente paseo en bici y mi trasero empezaba a quejarse; justo a tiempo llegamos al yacimiento de los siete guerreros y decidimos parar allí a hacer el picnic de rigor... Nos sentamos delante de los moais y mientras Alex nos contaba las curiosidades de aquel lugar y disfrutábamos de la tranquilidad de estar completamente solos. De vez en cuando aparecía algún todo terreno con turistas que se marchaban después de la foto de rigor.
A la mañana siguiente tal y como habíamos planeado alquilamos unas bicicletas y nos fuimos a recorrer la zona sur de la isla. Como la isla es muy pequeña las distancias son asequibles, incluso para alguien que no este acostumbrado a ir en bici como yo... La carretera que escogimos era tranquila y bordeaba la isla de manera que íbamos viendo el mar todo el tiempo. Poco a poco fuimos recorriendo los distintos yacimientos y cuanto más veíamos más nos conquistaba aquel lugar perdido del mundo en el que el tiempo parecía ir otro ritmo.
Alex, nuestro acompañante, resultó ser un entendido en civilizaciones antiguas lo que fue una suerte porque conocía más que nosotros la historia de la isla y nos fue contando diferentes historias y leyendas que había sobre cada uno de los yacimientos y cuevas que visitamos. Los lugares ya son suficientemente impresionantes en si mismos pero conocer las incógnitas que la cultura Rapa nui hace que cada vez sientas más curiosidad.
Para la hora de la comida yo ya había tenido suficiente paseo en bici y mi trasero empezaba a quejarse; justo a tiempo llegamos al yacimiento de los siete guerreros y decidimos parar allí a hacer el picnic de rigor... Nos sentamos delante de los moais y mientras Alex nos contaba las curiosidades de aquel lugar y disfrutábamos de la tranquilidad de estar completamente solos. De vez en cuando aparecía algún todo terreno con turistas que se marchaban después de la foto de rigor.
La vuelta al camping la hicimos por el centro de la isla. El paisaje aquí era totalmente distinto; la carretera estaba rodeada de campos de cultivo y apenas había yacimientos.
Para el final del paseo y después de que Joan me "echara la bronca" por lo poco en forma que estaba y porque no quería volver a ver la bici en unos cuantos días... la decisión estaba clara, al día siguiente alquilaríamos un coche para explorar la zona norte.
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