El exceso de tiempo libre que nos dejó el hecho de estar atrapados en Santiago de Chile durante tantos días tuvo algo bueno...entre copa y copa de vino nos dio tiempo a releer toda la info que habíamos recopilado sobre nuestra siguiente parada: Isla de Pascua.
A esas alturas del viaje, y viendo lo caro que es Chile en comparación con el resto de países de Sudamérica que llevábamos visitados, a mi me entró la vena ahorradora. Cuando leí en la guía que la isla era muy cara y que lo mejor era llevar provisiones desde el continente lo tuve claro. Ahora el problema era convencer a Joan de que lo mejor era ir bien cargado de provisiones. En cuanto al alojamiento la cosa estaba clara... solo había dos opciones: hotel de lujo o camping... así que acabamos reservando en un camping a pie de costa (teniendo en cuenta que la isla hace 11km de ancho no era muy difícil)
Como en cualquier negociación, el enfoque del asunto es casi lo más importante. El primer paso para convencer a Joan del camping fue enseñarle lo maravillosos y carísimos que eran el resto de hoteles. Después de ver un par decidimos que la mejor opción era el camping. Ahora llegaba la parte difícil.. pasaron un par de días en los que yo me volví loca y quería comprar comida como si se acabase el mundo y Joan se negaba a cargar nada porque no se creía que fuera a ser más caro. Justo el día antes de irnos a la isla, mientras volvíamos al albergue en un autobús conocimos a dos chicas chilenas.
No preguntéis por qué pero resulta que en los autobuses de Santiago de Chile no se puede comprar un billete sencillo pagándole al subir al conductor. La única forma de poder usar los autobuses urbanos es comprando una tarjeta en un kiosco autorizado. El caso es que uno de los días de Santiago nos dio por ir a un centro comercial en el culo del mundo. Cuando llegó la hora de volver nos fuimos a una parada de autobús y sorpresa! no veáis la cara que se nos quedó cuando el conductor dijo que no podíamos subir y que no había ningún sitio cerca donde comprar la dichosa tarjeta... por suerte las dos chicas chilenas en cuestión se asomaron a la puerta del autobús y nos dijeron que subiéramos y que ellas pagaban.. que majas!
Al ver que éramos españoles en seguida nos preguntaron y nos pusimos de charreta.. cuando les dijimos que al día siguiente nos íbamos a Isla de Pascua lo primero que dijeron es que nos lleváramos comida y provisiones porque allí todo era carísimo... al salir del autobús lo tuvimos claro.
A esas alturas del viaje, y viendo lo caro que es Chile en comparación con el resto de países de Sudamérica que llevábamos visitados, a mi me entró la vena ahorradora. Cuando leí en la guía que la isla era muy cara y que lo mejor era llevar provisiones desde el continente lo tuve claro. Ahora el problema era convencer a Joan de que lo mejor era ir bien cargado de provisiones. En cuanto al alojamiento la cosa estaba clara... solo había dos opciones: hotel de lujo o camping... así que acabamos reservando en un camping a pie de costa (teniendo en cuenta que la isla hace 11km de ancho no era muy difícil)
Como en cualquier negociación, el enfoque del asunto es casi lo más importante. El primer paso para convencer a Joan del camping fue enseñarle lo maravillosos y carísimos que eran el resto de hoteles. Después de ver un par decidimos que la mejor opción era el camping. Ahora llegaba la parte difícil.. pasaron un par de días en los que yo me volví loca y quería comprar comida como si se acabase el mundo y Joan se negaba a cargar nada porque no se creía que fuera a ser más caro. Justo el día antes de irnos a la isla, mientras volvíamos al albergue en un autobús conocimos a dos chicas chilenas.
No preguntéis por qué pero resulta que en los autobuses de Santiago de Chile no se puede comprar un billete sencillo pagándole al subir al conductor. La única forma de poder usar los autobuses urbanos es comprando una tarjeta en un kiosco autorizado. El caso es que uno de los días de Santiago nos dio por ir a un centro comercial en el culo del mundo. Cuando llegó la hora de volver nos fuimos a una parada de autobús y sorpresa! no veáis la cara que se nos quedó cuando el conductor dijo que no podíamos subir y que no había ningún sitio cerca donde comprar la dichosa tarjeta... por suerte las dos chicas chilenas en cuestión se asomaron a la puerta del autobús y nos dijeron que subiéramos y que ellas pagaban.. que majas!
Al ver que éramos españoles en seguida nos preguntaron y nos pusimos de charreta.. cuando les dijimos que al día siguiente nos íbamos a Isla de Pascua lo primero que dijeron es que nos lleváramos comida y provisiones porque allí todo era carísimo... al salir del autobús lo tuvimos claro.
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