Después de ver el atardecer en las ruinas y para rematar unos días inolvidables en medio del Pacífico decidimos celebrar la última noche en la Isla cenando con Alex en uno de los restaurantes de comida típica. Nos sentamos en la terraza de uno de los locales de la calle principal que tenía un encanto especial porque estaba iluminado con velas.
La cena a base de pescado nos dejó más que satisfechos; el ambiente era relajado y casi no se veía gente por la calle por lo que se oía la música de fondo del local y disfrutamos de una conversación interesante. La conexión con Alex desde el primer día fue total, como si fuera un viejo amigo con el que nos hubiéramos reencontrado por casualidad.Para alargar un poco la noche decidimos ir a un bar con música en directo donde tomar una copa. El grupo era un dueto de dos locales, uno de los tocando la guitarra y el otro cantando, la música versiones al estilo medio reggae de grandes éxitos del rock; no podría haber nada más auténtico..
Eran menos de las 10 cuando estábamos de vuelta al camping por la calle oscura y sin farolas que se alejaba del centro en dirección la mar. De repente nos encontramos al grupo de chicas chilenas que se iban de marcha. Antes de darnos cuenta estábamos metido en un garito oscuro y lleno de autóctonos que bailaban y cantaban al ritmo de la música. El ambiente estaba cargado y en seguida nos sentimos pegajosos. Fue toda una experiencia estar allí observando a los lugareños entraditos en años tirándoles los tratos a nuestras nuevas amigas...todo un espectáculo!
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