Todo el mundo sabe que la mejor manera de conocer un país es con un nativo y en Panamá tuvimos la suerte de conocer uno que nos recomendó que hacer y nos llevó de paseo a sitios que de otra manera no hubiéramos llegado. Además teniendo a Eva (la prima de Joan) por alli no podíamos estar mejor.
Después de 1:30 horsa de coche por la autopista que recorre el país de norte a sur y otra hora por carreteras no tan buenas llegamos a un pueblecito perdido en la montaña desde donde caminamos hacia unas cascadas. Todo a nuestro alrededor era bosque tropical, con montondes de árboles y plantas verdes que daban sensación de frescor (sólo era una sensación, temperatua 25º humedad 80%). Y entre las plantas aparecieron unas cascadas en tres escalones. Por supuesto tocaba baño y picnic (que ya es más que una tradición).
De vuelta a ciudad de Panamá, nada mejor que un ceviche auténtico para completar un día redondo. Sólo un local nos podría haber llegado a un lugar tan singular. El barecito en cuestión era el porche de una casa, con techo de palma, una barra enana y un par de mesitas. Imaginaos, salsa de fondo, las paredes pintadas de colores vivos, una mujercita al otro lado de la barra y como clofón un ceviche casero de marisco y una cerveza Panamá.... mmmm
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