Después de dos días inmersos en naturaleza pura en Gran cañón no podía venir otra ciudad que Las vegas para romper con lo anterior y continuar el viaje.

Lo primero que te viene a la mente cuando llevas un rato explorando la ciudad es ¿ Por qué ha crecido una ciudad en medio del desierto, sin más atractivo que casinos? Y probablemente la respuesta esté en que Las Vegas es el lugar en que cada uno hace lo que queire sin dar explicaciones y sin que nadie le juzgue. Da igual si se trata de pasarse el día jugando en las máquinas tragaperras, mesas de poker o ruleta; bebiendo cocteles desde el desayuno o comiendo sin parar en los buffets. Solo parece haber una cosa que no se pude hacer en Las Vegas, no gastar...

Cuando consigues encontrar tu ritmo y no dejar que la vorágine te arrastre resulta entretenido y toda una experiencia.

La mejor parte fue cuando entramos a cotillear en una de las capillas de los hoteles, no podíamos perder la oportunidad de ver cómo son, y las recepcionistas al vernos ni siquiera nos preguntaron a qué veníamos...