En nuestro viaje de norte a sur del país, a través de la cordillera andina, llegamos a Baños. Nada más bajar del autobús empezó a llover.
No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que el pueblo es un centro turístico importante. Las calles principales están llenas de agencias de aventuras, que ofrecen desde paseos a caballo hasta excursiones de escalada al Chimborazo, el volcán más alto del país.
Al día siguiente las nubes seguían bajas. A pesar de que el día no acompañaba decidimos hacer la ruta de las cascadas, que todas las agencias nos recomendaron, eso si, sin mucha fe en que fuera nada del otro mundo.
El paseo sigue la carretera que conduce a la selva, a solo 60 km. Cada 2 km más o menos tienes un salto hasta que llegas al Pailón del Diablo. El paisaje empieza siendo de tipo montaña y poco a poco van apareciendo plantas selváticas. El ambiente rezumaba agua por todas partes.
Como cualquier sitio turístico estaba lleno de gente que seguía el mismo recorrido que nosotros, por suerte todos iban en bicicleta o en chiva (autobús) así que pronto nos dejaron atrás y pudimos disfrutar de los paisajes con más tranquilidad.
Al final del paseo, cuando llegamos a la catarata del pailón del Diablo ya no había casi nadie. El camino se hace estrecho y serpentea hasta llegar justo a la zona donde el agua cae. El agua cae con tanta fuerza que al tocar el suelo sale disparada en mil direcciones; y cada vez que cae, suena como trueno. Me recordó el estallido de un fuego artificial, que al explotar suelta diferentes hilos de colores y tarda unos segundos en tronar. El fondo estaba tan difuso por los golpes de agua que no se distinguía el río. Al final del camino, y a través de una gruta por la que pasamos en cuclillas, acabamos situados justo dejado de la caída de agua. El ruido era ensordecedor y allí debajo parece que estés en una burbuja. En el fondo, el ruido y la sensación de aislamiento resulta relajante. Después de algo así, lo de menos es que volviéramos al hotel completamente calados y de rally en el autobús.
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