Sentada en la barca a las 8:30 de la mañana sólo pensaba en salir de Copacabana para evitar las aglomeraciones del día anterior. La cosa pintaba bien, ese día íbamos a hacer una excursión a la Isla del Sol. Por supuesto, y a pesar de que pensaba que por ser Bolivia habría menos turismo, el barco estaba lleno de guiris.
Nos sentamos en primera fila para tener buenas vistas. La barca no era demasiado grande, dentro debía haber unas 40 personas, además de otras tantas en la planta superior.
Mientras la barca avanzaba no podía dejar de pensar lo mucho que se parecía el color del lago al del Mediterráneo en invierno. El agua era de un azul intenso, clareado a trozos por la luz del sol. Estaba quieta, sólo las olas provocadas por el barco. De fondo el ruido del motor y los murmullos del resto de pasajeros. Sólo el aire helado que entraba por una de las ventanas rotas del barco me hacía recordar que estaba a 3.800 metros de altura. Era un sensación rara porque la vista te engaña. Desde la barca no se veía el final del lago y todo parecía familiar, como si de repente estuviera en el Mediterráneo.
Después de una hora y media llegamos a la Isla del Sol completamente congelados. Según la leyenda, fue en esta isla donde nacieron los primeros incas. Con ayuda de un guía de la isla, que hablaba un español extraño (allí la lengua materna es el aimara), visitamos las ruinas de la isla. Al final de la visita el guía nos llevo a una fuente sagrada de una cultura pre-inca y nos echó agua por encima de la cabeza a modo de ritual. La visita estuvo entretenida, aunque después de observar durante un rato las piedras sagradas que supuestamente tienen forma a puma dedujimos que los incas fumar algo para ver esas formas...
Para terminar recorrimos la isla de norte a sur (9km) para disfrutar de las vistas de las calas y rincones de la isla además de las panorámicas del lago. A pesar de ser tan pequeña la isla resultó ser un lugar ideal para perderse unos días y olvidarse del mundo, pero eso habrá que dejarlo par la próxima vez...
Nos sentamos en primera fila para tener buenas vistas. La barca no era demasiado grande, dentro debía haber unas 40 personas, además de otras tantas en la planta superior.
Mientras la barca avanzaba no podía dejar de pensar lo mucho que se parecía el color del lago al del Mediterráneo en invierno. El agua era de un azul intenso, clareado a trozos por la luz del sol. Estaba quieta, sólo las olas provocadas por el barco. De fondo el ruido del motor y los murmullos del resto de pasajeros. Sólo el aire helado que entraba por una de las ventanas rotas del barco me hacía recordar que estaba a 3.800 metros de altura. Era un sensación rara porque la vista te engaña. Desde la barca no se veía el final del lago y todo parecía familiar, como si de repente estuviera en el Mediterráneo.
Después de una hora y media llegamos a la Isla del Sol completamente congelados. Según la leyenda, fue en esta isla donde nacieron los primeros incas. Con ayuda de un guía de la isla, que hablaba un español extraño (allí la lengua materna es el aimara), visitamos las ruinas de la isla. Al final de la visita el guía nos llevo a una fuente sagrada de una cultura pre-inca y nos echó agua por encima de la cabeza a modo de ritual. La visita estuvo entretenida, aunque después de observar durante un rato las piedras sagradas que supuestamente tienen forma a puma dedujimos que los incas fumar algo para ver esas formas...
Para terminar recorrimos la isla de norte a sur (9km) para disfrutar de las vistas de las calas y rincones de la isla además de las panorámicas del lago. A pesar de ser tan pequeña la isla resultó ser un lugar ideal para perderse unos días y olvidarse del mundo, pero eso habrá que dejarlo par la próxima vez...
No hay comentarios:
Publicar un comentario