Nunca me había parecido especialmente llamativo el tema de las líneas de nazca. En realidad, esta parada en el viaje era porque a Joan siempre le había hecho gracia este fenómeno y le apetecía verlas. Para mi era un día más de camino al sur, hacia Machu Pichu.
Nada más llegar a la ciudad, se te contagia el stress por contratar el viaje en avioneta. Una vez más, el personal de las agencias de viajes actúa como si fuera el fin del mundo, y como si no lo contrataras con ellos en ese momento te fueras a quedar sin poder hacerlo. Por suerte no nos dejamos agobiar y fuimos a tantear el asunto antes de decidirnos. Finalmente contratamos el vuelo a muy buen precio y nos fuimos a dormir a la espera.
Cuando llegamos al aeropuerto eran más de las 11 de la mañana. La azafata nos dijo que tendríamos que esperar al menos una hora debido a los retrasos por las nubes matinales. Nos sentamos en la sala de espera, que estaba repleta. Al cabo de unos minutos hicimos migas, yo con unos señores argentinos y Joan con una pareja de maños. Parece mentira lo abierto que se vuelve uno cuando esta lejos de su casa. Entre charla y charla la hora se pasó volando y llegó la hora de despegar.
Al ver la avioneta me quedé alucinada. No se por qué me había hecho la idea de que serían aviones muy viejos y medio destartalados. Nada que ver. Lejos de ser un cacharro, nuestra avioneta era casi nueva. Para mayor sorpresa, íbamos a tener piloto y copiloto, todo en una avioneta para 4 pasajeros.
Una vez dentro de la avioneta nos colocamos unos cascos para oír las explicaciones del copiloto, que nos indicaría en cada momento que figura estábamos viendo. Fue muy curioso porque a través de los cascos escuchábamos las comunicaciones del piloto con la torre de control. A los 10 minutos de despegar llegamos una enorme explanada de desierto. El avión se colocó prácticamente perpendicular al suelo y comenzó a girar hacia la derecha, entonces el copiloto nos señaló el primer dibujo, unas figuras geométricas. Al principio me dio la impresión de que no iba a ver nada y estaba concentradísima intentando ver cosas donde no las había. Por suerte las figuras son tan claras que es imposible no verlas. Después de cada giro hacia la derecha en perpendicular al suelo, el piloto colocaba el avión con el otro ala hacia abajo y giraba en sentido contrario, de manera que los pasajeros del otro lado del avión pudieran ver el dibujo. En total nos enseñaron 12 siluetas, pero en realidad, desde allí arriba se ven muchísimas más, no solo con formas de animales sino figuras geométricas y líneas de kms de longitud. A la bajada estábamos alucinados.
Mientras esperábamos el transporte de vuelta al hostal nos encontramosa nuestros amigos maños. Al parecer a ellos nos les había impresionado demasiado, lo cual me sorprendió, así que cómo no les pregunté. Resulta que les habían metido en una avioneta de 12 personas y sin cascos. El resultado fue que el señor había caído en la pata del tren de aterrizaje y no había podido ver bien, además al no llevar cascos no oían las explicaciones del copiloto. Me supo muy mal porque durante la espera parecían estar ilusionados con el vuelo. Desde entonces recomiendo a todo el mundo que vaya a las líneas que tenga cuidado con la aerolínea que contrata el vuelo. Nosotros no sólo pagamos lo mínimo por lo que te dejan volar, sino que fuimos en una avioneta de lujo y tuvimos una experiencia inolvidable. ¡Viva Alas Peruanas!
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