La nieve había cubierto los alrededores de Santiago y complicado nuestros movimientos terrestres. Por fin, a la vuelta de Isla de pascua pudimos coger un bus con el que cruzar la frontera y llegar a Argentina. De los viñedos de Chile a la zona vinícola argentina en solo unas horas de viaje en bus, atravesando los andes y bordeando el Aconcagua.
La nieve aumentaba en la cuneta de la carretera mientras empezamos a subir por el puerto de montaña que nos llevaba al otro lado de los Andes. De repente nos encontramos en medio de una pista de esquí, y cuando digo en medio, es en medio porque la carretera estaba cubierta por un túnel por encima del cual la gente pasaba esquiando... increíble pero cierto...
El paso fronterizo estaba a la altura del entorno. Ya casi ni me acuerdo de pasar un paso fronterizo en coche y me parece algo un poco arcaico. En este caso el paso me recordó a un peaje de autopista cubierto para resguardarlo del frío. Cuando bajamos del autobús el frío era insoportable. Lo más impactante fue la capa de cuatro dedos de hielo que cubría las ventanas del los aseos.
Lo mejor de estos viajes en bus es que sin darte cuenta empiezas a reflexionar sobre las cosas que en tu día a día no piensas... La tranquilidad de no tener prisa te da la oportunidad de disfrutar de cosas que en otros momentos sería una molestia, como este viaje en bus en que disfrutamos de las vistas de la cordillera cubierta de nieve. La tranquilidad de saber que tienes tiempo suficiente como para no tener que exprimir cada minuto al máximo (como hace normalmente cuando vas de viaje y no quieres perder un minuto para ver y hacer cosas) y que hace que precisamente exprimas cada momento y disfrutes de las pequeñas cosas.
Y antes de darnos cuenta ya estábamos otra vez rodeados de viñedos, en Mendoza, Argentina.
La nieve aumentaba en la cuneta de la carretera mientras empezamos a subir por el puerto de montaña que nos llevaba al otro lado de los Andes. De repente nos encontramos en medio de una pista de esquí, y cuando digo en medio, es en medio porque la carretera estaba cubierta por un túnel por encima del cual la gente pasaba esquiando... increíble pero cierto...
El paso fronterizo estaba a la altura del entorno. Ya casi ni me acuerdo de pasar un paso fronterizo en coche y me parece algo un poco arcaico. En este caso el paso me recordó a un peaje de autopista cubierto para resguardarlo del frío. Cuando bajamos del autobús el frío era insoportable. Lo más impactante fue la capa de cuatro dedos de hielo que cubría las ventanas del los aseos.
Lo mejor de estos viajes en bus es que sin darte cuenta empiezas a reflexionar sobre las cosas que en tu día a día no piensas... La tranquilidad de no tener prisa te da la oportunidad de disfrutar de cosas que en otros momentos sería una molestia, como este viaje en bus en que disfrutamos de las vistas de la cordillera cubierta de nieve. La tranquilidad de saber que tienes tiempo suficiente como para no tener que exprimir cada minuto al máximo (como hace normalmente cuando vas de viaje y no quieres perder un minuto para ver y hacer cosas) y que hace que precisamente exprimas cada momento y disfrutes de las pequeñas cosas.
Y antes de darnos cuenta ya estábamos otra vez rodeados de viñedos, en Mendoza, Argentina.